Bancos, sexo y morosos: cuando
las comunidades de vecinos son una pesadilla
Todo edificio de viviendas alberga sus propias (y
peculiares) reuniones de vecinos. (Corbis). Álvaro González
17/06/2013 (06:00)
“Nuestra comunidad tiene una deuda de 25.000 euros. Para poder pagar el
gasóleo de la calefacción central este invierno hemos pagado
derramas mensuales de de hasta 500 euros. Nadie bajaba a las
juntas de vecinos y siempre repetía la misma presidenta. Estamos
tratando de averiguar en qué se gastaba el dinero con el
administrador, que falleció, y hasta ahora sólo hemos descubierto el
pufo de las facturas de teléfono. La presidenta se había gastado en
algún mes más de mil euros de móvil con cargo a la comunidad”. Son
palabras de María, vecina del distrito de Ciudad Lineal, en
Madrid.
“El presidente de la comunidad decidió, en un golpe maestro digno
del Dioni, fugarse con unos millones de pesetas
pertenecientes a los vecinos, puede que tres millones o por ahí de
la cuenta de la comunidad. Lo descojonante es que se fue a Cuba”,
cuenta Alfredo, de Córdoba.
“En una junta un vecino se puso a gritar porque el portero
cobraba casi el doble que su hija, que era licenciada”, dice
Gonzalo, del distrito de Hortaleza, también en Madrid. “Me he
encontrado con el caso de que me pregunten ¿por qué coño tenemos
que pagar 30.000 euros anuales al portero? Pero es que es lo que
marca el convenio”, revela Fran Gafforio, administrador de
fincas.
Te encuentras con vecinos que dicen que no pagan una obra que se ha
aprobado porque están en contraLa mayoría de administradores de
fincas urbanas consultados para este reportaje aseguran que podrían
escribir un libro con todo lo que han visto a lo largo de su
carrera. Y no sería una idea novedosa. Acaba de publicarse uno. Se
llama Drama en el portal, de la editorial Caramba, y recopila
las mejores notas aparecidas en portales enviadas a una web del
mismo nombre. Bastan unos minutos de navegación para darse cuenta,
entre risas, de lo dura y desagradable que puede ser la
convivencia con determinado tipo de vecinos.
Las comunidades vecinales son la muestra más cercana de la
calidad de la cultura democrática y participativa de los ciudadanos.
Tanto es así que no es precisamente extraño encontrarse con gente
que sistemáticamente las ignora. “Sé que hay juntas de vecinos
porque cuando las han celebrado mis vecinos a veces he pasado por
delante y me he metido directo en mi casa, se me quedan mirando
con cara de odio”, comenta Javier, de Valencia. “No he
bajado a una en toda mi vida”, reconoce José, de Madrid.
Lo cual no es impedimento para que luego este tipo de vecinos
tenga exigencias. Josep María Aguilá, administrador y asesor
jurídico del Colegio de Administradores de Barcelona (CAFBL) se ha
encontrado numerosas veces con ese fenómeno. “La gente pasa
olímpicamente de la junta de vecinos, no sé si por suerte o por
desgracia, pero luego te encuentras con vecinos que dicen que no
pagan una obra que se ha aprobado porque es que él está en contra.
Les explicas que entonces tendría que haber bajado a la junta y dice
que le da igual, que ni piensa bajar nunca y que él no paga”.
No es extraño encontrarte a un vecino que no paga, pero que exige de
todoPor su parte, Patricia Briones, abogada y adjunta a
la asesoría jurídico-técnica del Colegio Profesional de Madrid,
confirma esta visión: “no es extraño encontrarte a un vecino que no
paga, pero que exige de todo. También es habitual el típico
presidente que se cree el rey de la junta, el soberano, para el
que todo es: yo, yo, yo. O el que tiene tiempo y dinero, que es lo
peor que hay, y baja sólo para boicotear la reunión”.
Del mismo modo, María Pilar Gràcia, administradora en
Cataluña, también identifica estos perfiles: “Hay un tipo de persona
que baja a las juntas de vecinos para oponerse a todo e
impugnar las actas. Además, hay muchas personas que tienen problemas
entre ellas y esperan al día de la junta para echárselos en cara”.
Pese a todo, como explica Briones, al final “hables de lo que
hables luego siempre se reduce todo a quién paga y cuánto. Y
ahora, con esta situación económica, más”. El contexto de crisis que
se vive en España no ha hecho más que complicar la convivencia
vecinal a la hora de resolver los problemas comunes que padecen.
“Hay mucha crispación y luego se traslada a la junta de vecinos, se
nota mucha agresividad a la hora de hablar, la gente está muy
caldeada”, comenta.
Los recortes llegan a la comunidad de vecinos
De hecho, Gafforio asegura que las mayores presiones que sufren
los administradores son para que se ejecuten recortes en el gasto
común. “Te llegan y te dicen que hay que bajar el gasto como sea
un 20, o hasta un 50%”, explica. Pero luego, como si se trataran
de los países mediterráneos en la UE, hay a veces también un poder
superior que les exige más gasto. Es al menos lo que cuenta Gràcia
que ha sucedido en Barcelona: “Se han suspendido las subvenciones a
la rehabilitación de edificios y luego, encima, se han introducido
normativas, reglamentos nuevos, que suponen más gasto, en un momento
de crisis como éste; reformas obligatorias que, si no las cumples,
encima tienes que pagar sanciones. Aunque por el momento, eso es
cierto, parece que están siendo más o menos comprensivos con la
situación”.
Los morosos
Pero el problema más grave al que se enfrentan las comunidades de
vecinos es el de los morosos. Cuando un vecino no paga los demás
tienen que hacerlo por él. O si no, igual no hay calefacción en
invierno. Gafforio confiesa que este tipo de situaciones límite
obligan a llegar a acuerdos, cuando menos, peculiares: “a veces
un vecino ha preguntado cuánto nos cuesta la limpieza del edificio y
se ha ofrecido para hacerla él contratado, porque está en el paro,
por menos precio del que se está pagando a una empresa y así poder
afrontar su deuda con la comunidad.
Briones, como abogada, asegura que recomienda llegar a este tipo
de arreglos porque si se elige recurrir la vía judicial, también
cuesta dinero: “He visto casos de vecinos que tenían una empresa
de reformas y se han ofrecido para hacer obras en la comunidad.
Siempre intentamos llegar a acuerdos porque, en primer lugar, hay
que valorar quién no paga porque quiere y quién no paga porque no
puede, de modo que recomiendo los acuerdos porque si no en el juicio
también hay gastos”.
Morosos de alto 'standing'
No obstante, Aguilá, advierte de que la crisis alcanza a todos
los estratos de la sociedad y que él ha visto a vecinos de alto
nivel estar sin blanca: “Este tipo de vecino lleva un ritmo de
vida aparentemente normal, aunque luego todo sea falso. Él hace
como que no pasa nada, pero por detrás le debe al banco, al colegio
de los niños y, por supuesto, a la comunidad. Eso sí, en verano, a
Ibiza o a Menorca. Cuesta mucho reconocer que no se puede pagar”.
Cómo sobrevivir a una junta de vecinos
En estas circunstancias, enfrentarse a las reuniones de vecinos
es toda una experiencia. Poner de acuerdo a estos grupos está lleno
de dificultades de toda clase. Gaffaro, por ejemplo, se queja de que
si no diriges el encuentro con cierta firmeza “al poco tiempo
están hablando de fútbol, de política y de corrupción”. Encima,
dice que algunos vecinos bajan a estos encuentros con la intención
de “voy a fastidiarte y a ver quién gana”. Briones, por otra parte,
habla de casos en los que divagan y “se ponen a hablar de lo que
pasó hace años…”.
Para Aguilá, el peor vecino en una junta “es el que tiene más
cultura. Ese es el que más agresivo, el que se cree con derecho
a poder debatir todo lo que dice el administrador. Siempre lo digo,
lo peor que puedes tener en una junta de vecinos es un médico y un
abogado delante. Saben muchísimo de lo suyo, eso nadie lo duda, pero
se creen que también saben más que el administrador en su campo”.
En las reuniones de vecinos siempre hay un líder natural, cuyo
liderazgo se lo da la masaNo en vano, a muchos administradores,
lo que más cuesta arriba se les hace de su trabajo son estos
encuentros. “Algunos tienen que ir al médico por un ataque de
nervios después de cada reunión”, revela Silvia Elena García,
licenciada y experta en técnicas de comunicación. Los colegios de
administradores han terminado ofertando cursos para poder afrontar
las juntas de vecinos, ella es profesora de estas clases en el de
Madrid. Así explica el mecanismo habitual de estos grupos:
“Normalmente, el número de personas en la reunión determina la
predisposición del grupo. En uno de entre 10 y 12 personas, el
inconsciente colectivo está predispuesto a pensar, razonar y
discutir de forma dialogada solución de problemas. En cambio, si
es de más, se llama grupo afectivo. Es mucho más virulento para, por
ejemplo, pagar una cuota extraordinaria”.
En sus cursos se hacen simulaciones de reuniones para entrenar a
los administradores del colegio: “Siempre hay un líder natural, el
vecino que todos saben que se ocupa de los demás, cuyo liderazgo se
lo da la masa, y un contralíder. Éste tiene un problema de ego.
Su única función es destacar él, al principio se vale de
argumentaciones lógicas, pero conforme avanza la reunión, ya sólo
tiene una lucha de poder”.
Su consejo a los administradores es armarse de paciencia: “No
hay que dar respuestas airadas o fuera de tono, no hay que
ofenderse frente al rompe reuniones. En todos los grupos aparecerá
uno y la forma que tengas de torearlo te dará el poder en la tercera
fuerza, la silenciosa, la mayoría. Luego hay que entender que es
normal que hablen de fútbol porque tienen que socializar entre
ellos. Muchos sólo se ven en las reuniones. Y hay gente que está muy
sola en España. A veces, cuando acaba la junta, le dicen al
administrador ¿ay, pero ya te vas a marchar?”.
El sexo, principal motivo de enfrentamiento
Por otro lado, es curioso que asuntos relacionados con el sexo
sean el denominador común a la hora de pedir a los administradores
que expliquen cuáles son los problemas de convivencia más
habituales. Aguilá dice que, en Barcelona, “desde que muchas
prostitutas han abandonado los burdeles de Castelldefels, han
abierto sus negocios en pisos. Entonces empiezan las quejas de
los vecinos porque tienen sus reservas y encima los clientes se
equivocan siempre de piso cuando llegan”. Luego están casos de que
“una vecina grita mucho cuando hace el amor y al que se queja le
dicen que está mal follao”. Gafforio, lo más indescriptible
que ha visto fue un propietario que utilizaba su vivienda “para
celebrar encuentros de intercambio de pareja y orgías. En setenta
metros cuadrados había veinte personas pegándole y a las cinco de la
tarde sólo se oían gemidos”.
Cuando una empresa se ha quedado con sesenta o setenta pisos no
puede hacer frente a los gastos de comunidadLuego están todo
tipo de picarescas. Como los que describe Gràcia, que en un piso
“había un vecino que pinchaba la luz a otro para tirarle un cable
desde la venta a unos amigos suyos que vivían en una roulotte
enfrente de su casa”. O actitudes genuinamente mezquinas: “En una
plaza de garaje un vecino decidió una vez depositar un sillón.
Cuando le dijeron que no podía darle uso de trastero y que no lo
podía tener ahí, en venganza le prendió fuego y casi origina un
incendio”.
Incluso sucesos típicos de una película de Berlanga, como
éste que comparte Aguilá: “Una comunidad de vecinos de alto
estanding de la que yo era administrador destinaba una cantidad fija
de dinero a celebrar una cena de Navidad en una marisquería. En una
ocasión se pusieron a beber, y no sabían beber, de modo que pronto
empezaron a escucharse improperios, a pelearse, tirarse sillas, las
mesas fuera, hasta que llegó la Policía y metió a todas las señoras,
con sus abrigos de visón, en la furgoneta detenidas a comisaría. Yo
les decía ¡que soy el administrador, no tengo nada que ver! Pero
nada, fui para dentro. Es la única vez en mi vida que he estado
en una comisaría de Policía”.
El peor vecino, el banco
Eso sí, en la actualidad, muchos pisos que se quedan vacíos por
desahucios o porque no se han podido vender, pertenecen a los
bancos o a las promotoras de viviendas. “Cuando una empresa se
ha quedado con sesenta o setenta pisos no puede hacer frente a la
comunidad de todos”, explica Briones.
“Los bancos deben 256 millones de euros en gastos de comunidad
–detalla Gafforio- y no pagan, se hacen los locos, te pasan de la
oficina de Madrid a la de Barcelona, de la de Barcelona a la de
legal, de la de legal a otra... Imagínate lo que supone esto en
invierno con comunidades que igual tienen un gasto de mil euros
por semana en calefacción”.
Los bancos deben a las comunidades 256 millones de euros en gastos
de comunidadAdemás, sigue, “intentan todo tipo de estrategias
para no pagar. Una vez ha ejecutado la finca (piso, local o
garaje) no comunican nunca al Administrador que son el nuevo titular
para evitar tener que empezar a pagar las cuotas. Es más, intentan
vender la vivienda rápidamente a un tercer propietario, con un
descuento importante, llegando a comunicar a los futuros clientes
potenciales que la vivienda no arrastra ninguna deuda, por lo que
cuando el nuevo propietario escritura la vivienda y se lo comunica a
la Administración, se encuentra con la sorpresa de que la vivienda
arrastra una deuda de por ejemplo 2.300€ que está obligado a pagar
según la ley”.
Su consejo: “Se debe solicitar siempre al banco, cuando es
vendedor, que envíe un certificado de que la vivienda está al
corriente de pago de las cuotas de la comunidad. Este certificado lo
emite el administrador de la comunidad y suele costar unos 40€
aproximadamente. Si no se hace, después la comunidad podrá
reclamar al comprador las cuotas o derramas que haya dejado
impagadas el banco e incluso también las de la persona que fue
desahuciada”.