MARIANO
GORODISCH Buenos Aires
Lo estoy persiguiendo
para que pague y no lo puedo encontrar por ningún
lado. Lo llamé a la casa pero no está nunca, al celular
lo cambió, le mandé cartas, me fui hasta el domicilio,
pero nada. Ya no sé qué hacer. Si hasta le mandé un mail
y un mensaje de texto, se resigna un cobrador.
Su presa es un joven de la Generación Y, que son
aquellos que tienen entre 18 y 29 años, cuyo índice de
ubicabilidad es 55% más bajo que el resto, de acuerdo a
un sondeo realizado por la empresa de cobranzas
QBC entre 139 gerentes y jefes de Riesgo Crediticio.
Según sostienen los especialistas, el problema es
que esta franja etaria tiene un índice de morosidad
que duplica al del resto de las generaciones, pese a
tener un similar nivel socioeconómico, de
ingresos y de política de riesgos.
Los datos son elocuentes: el 35% de ellos tarda más de
30 días en pagar la tarjeta de crédito
emitida por una financiera (cuando el promedio de
la cartera es de 17,5%) y el índice es aún más
alto entre los morosos de la telefonía celular.
Juan Pablo Díaz Peling, director de QBC, hace hincapié
en que, finalmente, la mayoría termina pagando,
ya que el índice de incobrabilidad es del 1%, al
igual que el resto de la cartera, pero en algunos
casos hay que esperar hasta 180 días.
Contactabilidad
Por eso, el tema reside
en cómo contactarlos lo más rápido posible para estar
recordándoles todo el tiempo que deben pagar,
para que la compañía evite la incertidumbre de no saber
cuándo va a cobrar, señala Díaz Peling.
Ante este escenario, señalan que decidieron dejar de
lado la tradicional gestión de cobranzas a través
del call center y recurrir por primera vez al
mundo de las redes sociales.
En una prueba con una cartera de 450 personas, que
resultaban inubicables por distintos medios de contacto,
el 62,3% fueron alcanzados en Facebook, de los
cuales el 53,2% tenía el perfil abierto, es decir, que
sus datos personales son accesibles públicamente.
Es un dato como para pensar en tomar decisiones.
¿Queremos ser cobradores 0.1 o 2.0?, se pregunta
Díaz Peling.
Para el ejecutivo, esta generación tiene un menor nivel
de compromiso para pagar sus deudas, aunque se
compromete de otra forma con otro tipo de cosas.
Incluso, hasta pueden llegar a ser más comprometidos que
otras generaciones, pero para ellos es más prioritario
tener 1.500 contactos en Facebook que una buena
relación con su jefe. Es más, hasta es capaz de avisar
en la empresa de un día para el otro que se
tomará un año sabático y que ya se está yendo a Machu
Pichu.
Ante esto, se dieron cuenta que la valoración del
cumplimiento de la deuda es mucho mayor por parte
del padre que del hijo, ya sea por una cuestión de moral
o de valor. En consecuencia, las compañías de
cobranzas están apuntando sus cañones hacia ellos...