Como podemos
influir en los demás ...
Si
observamos detenidamente a las personas que solemos llamar "públicas" nos
encontraremos con que muchas de ellas nos atraen, nos gustan pero no por su
físico sino por "algo". Ese "algo", sin lugar a dudas, es esa seguridad absoluta
que transmiten. Poseen una razonada confianza en su persona y saben
perfectamente servirse de ello con buen criterio.
Pero, tenemos que poner los medios necesarios para alcanzar esta seguridad. No
podemos dejarnos influir ante ningún gran personaje y, si alcanzamos la fuerza
mental necesaria para conseguirlo, habremos, casi, llegado al éxito.
En primer lugar, tendremos que obtener un perfecto equilibrio fisiológico, de
esta forma nos sentiremos menos influenciables por los demás y nuestros
controles de las emociones se verán fortalecidos. El entrenamiento tendrá que
ser diario y así podremos desarrollar ese estado de paz psíquica que permanecerá
inalterable ante quien quiera que sea.
Algunos aspectos que tenemos que cuidar con cierto mimo son, por ejemplo, la
mirada, la voz y la palabra.
Una mirada franca y directa expresa, rectitud en el pensar y obrar pero, por el
contrario, una mirada "que no es ni mirada ni nada" nos refleja actitudes poco
recomendables y, sobre todo, una gran inseguridad. Muchas líneas se han escrito
a cerca de los ojos. Los románticos han dicho que los ojos "hablan". Me vienen a
la memoria unos versos de Luis Martínez Kleiser de la Real Academia Española que
comienzan: "Nunca me dicen tus labios lo que me dicen tus ojos. .. pero que,
siendo "locuaces" me saben contar sinceros tus exhortos más austeros y tus
sueños más audaces". Los ojos transmiten de forma espontánea nuestros
pensamientos y, aunque parezca una tontería, deberíamos ejercitarlos. Una
práctica recomendada por los estudios es leer, todos los días, una página de
cualquier libro sin pestañear. Aumentaremos nuestra capacidad de fijación y
nuestra expresividad se verá favorecida.
No todas las personas tenemos una voz agradable, pero con constancia y esfuerzo
podemos lograrlo. Si deseamos observar la importancia de la voz agradable, pero
con constancia y que estamos en continuo contacto: algunos tendrán una dicción
perfecta y a otros, apenas les entendemos. Vigílese, a lo largo del día, para no
hablar deprisa, ni de forma precipitada. Hay que dar sensación de tranquilidad.
Nuestra voz pasará a ser penetrante y la palabra convincente. Siempre hablamos
para ejercer cierta influencia en el ánimo y espíritu de nuestros interlocutores
y el acento más persuasivo que podemos adoptar es el del tono firme que
demuestre nuestro perfecto convencimiento de lo que decimos. Es necesario que se
nos entienda claramente lo que decimos y, como ya hemos recomendado muchas
veces, espere a que termine nuestro interlocutor.
"Persuadir es hacer nacer en el espíritu de otra u otras personas los
sentimientos e ideas que nosotros desearíamos que tuviesen". Para influir sobre
los demás, en primer lugar, hay que tratar de disponer el espíritu de los demás
a sufrir nuestras influencias. En segundo lugar, tratar de evitar toda idea de
rechazo. Nada mejor que evitar toda impresión desagradable ya que, si cometemos
este fallo, en nuestro interlocutor, automáticamente, aparecerá un impulso de
rechazo que nos será después muy difícil de subsanar.
El núcleo o centro de todo este tema está en influir en los demás pero sin que
éstos se enteren. Es decir, si adoptamos unas formas o maneras imperiosas y
autoritarias, nuestros interlocutores se mantendrán a la defensiva. Es como si
les invitásemos a retraerse en todo. Es mucho mejor adoptar una actitud
envolvente y evitar toda alusión directa. Si tenemos cuidado de no despertar la
desconfianza y repetimos nuestras afirmaciones varias veces, sin lugar a dudas,
obtendremos aquello que deseamos pues, normalmente, las personas sólo son
capaces de resistirse un tiempo determinado. Podemos realizar un entrenamiento
durante algunos días y observaremos que una palabra bien expresada, en tono
moderado, y un control perfecto de nuestras actitudes, desarrollarán una
sensación de seguridad con velocidad inusitada.
Es muy útil e importante el saber salir de situaciones que nos puedan parecer
difíciles. Por ejemplo, una conversación que vamos a mantener sobre un tema
delicado. Mentalizarnos de que es necesario ganar la partida y hay que prever,
dentro de lo posible, la actitud que va a tomar la otra persona y cuáles serán
las objeciones que, pensamos, nos pondrá. Para realizar nuestro entrenamiento lo
mejor es simular la entrevista y ponernos a hablar en voz alta. Este
"entrenamiento" o "repetición" disipará nuestro temor y cuando nos toque la hora
de la verdad actuaremos eficazmente, en el sentido deseado.
Es mejor que "adivinar las intenciones" de nuestro interlocutor el tratar de
estudiarle en los primeros minutos. De la misma forma que siempre hemos apuntado
que a los vendedores se les examina de arriba a abajo, cuando inician una
entrevista, apliquémoslo ahora en sentido contrario, seamos nosotros los que
escudriñemos al cliente. Cuando comienza un partido de fútbol, los primeros
asistentes son de estudio por parte de los entrenadores para ver cómo dispone el
contrario a sus jugadores y así aplicar la táctica que convenga más. Pues bien,
apliquemos estos principios a nuestras entrevistas. Cuando establezcamos
contacto con alguna persona tenemos que obligarle, sin que se entere lo más
mínimo, a descubrirse.
Al iniciar el contacto, recomendamos, por ejemplo, empezar con otro tema que no
tenga nada que ver con el que realmente nos ocupa. Haremos, de esta forma, que
nuestro interlocutor se sienta comunicativo.
Todo esfuerzo que realicemos por dominarnos aumenta la voluntad y, de rechazo,
la audacia. Hay que desterrar el miedo de fracaso, ya que sólo la idea de la
importancia en un momento dado es suficiente para mantener verdaderas crisis de
angustia. "Una gota y otra gota y otra gota... pueden llegar a llenar el vaso".
Cualquier esfuerzo, por pequeño que sea, facilita siempre el próximo.
Si preguntásemos a varias personas de las que han llegado por sus propios medios
a donde querían cómo han podido conseguirlo, llegaríamos a la conclusión de que
todas tienen algo en común: el elemento dominante de su carácter ha sido el
mantenimiento continuo de su estado de ánimo fijo. Pero, no nos sorprendamos. Su
actividad ha sido, más bien, uniforme, ordenada y metódica. Su esfuerzo diario
es tranquilo y dosificado.
No todos hemos sido llamados para ser genios dentro de nuestros mundos
particulares, pero si seguimos un plan concebido para nuestros actos e ideas se
asemejan al ideal que nos hemos trazado, llegaremos a obtener el máximo
rendimiento de nuestras cualidades. La constancia es el secreto de muchos
éxitos.
Para obtener el máximo rendimiento de nuestros esfuerzos lo primero en que
tenemos que pensar es en un objetivo. Mantenerlo y adaptarnos a él fácilmente.
Un escalador antes de pensar en la cumbre tiene que afianzarse en pasos
intermedios. Nuestra mente nos da fuerzas más que de sobra para intentar una
rectificación de nuestra existencia con las mayores posibilidades de éxito. Las
pegas que siempre nos encontraremos deben ser estudiadas muy cuidadosamente,
analizadas una a una y, de esta forma, lograremos eliminarlas y vencerlas. Las
dificultades, en su momento y una a una. Si las vemos todas juntas, como un gran
bloque, nos entrará el temor desde el principio.
Tenemos que acostumbrarnos a no contar más que con nuestro propio esfuerzo, con
nosotros mismos. A pesar de que nos parezca que, poco a poco, los hombres del
mundo se van uniendo en un fraternal acuerdo y que la razón va imperando más que
la fuerza, tenemos que confiar sólo en nuestras propias fuerzas. Debemos
perfeccionar nuestras aptitudes, nuestras facultades físicas y mentales,
nuestras energías y nuestra voluntad y debemos dejarnos de perder el tiempo en
"otras" cosas.
Ahora bien, debemos ser conscientes de nuestras propias limitaciones. No todos
podemos desarrollar la misma capacidad de trabajo sin alterar nuestra salud. Lo
mejor es desarrollar un trabajo regular, uniforme y con la misma intensidad. Es
muy contraproducente darse "panzadas" de trabajo y luego tener períodos largos
de quietud. Hay, también, que saber descansar y desprenderse de las
preocupaciones.
Fuente: https://ricoveri.ve.tripod.com/ricoverimarketing2/id73.html