La agresiva industria del
crédito en Indonesia
Si
hubiera sido cualquier otra persona, la cosa seguramente hubiera quedado
en nada, un crimen sin resolver. Pero Irzen Octa, ciudadano de
Indonesia, era el secretario general de un pequeño partido político y la
semana pasada fue a un Citibank de Jakarta para pagar la cuenta de su
tarjeta de crédito.
Además de pagar, Octa quería quejarse de que le habían inflado su
resumen de cuenta; él aseguraba que debía cinco mil dólares, pero el
banco le reclamaba casi el doble.
Según el diario local The Jakarta Post, el cajero que atendió a Octa no
podía resolver el tema, así que lo derivaron a otro empleado que, junto
con dos cobradores, lo llevó al quinto piso para proseguir con el tema.
Las tarjetas de crédito en Indonesia no tienen ningún tipo de regulación
estatal. Se las ofrecen a cualquiera, en todas partes, y luego cuando
alguien no paga aparecen los cobradores. Los honorarios corren a cargo
del deudor y estos muchachos no tienen problema en hostigar
telefónicamente o invadir propiedad privada: todo vale.
Pero con Irzen Octa se les fue la mano: lo encontraron muerto en una
habitación del quinto piso. La autopsia determinó que la causa del
deceso fue daño cerebral; además la policía reportó haber hallado
rastros de sangre en las paredes y en las cortinas del sitio de su
muerte.
“Dijeron que golpearon la mesa, patearon una silla y le tocaron los
hombros”, contó el jefe de policía –que interrogó a los cobradores– en
diálogo con The Jakarta Globe, otro diario local. Existe la teoría de
que la acalorada charla causó la muerte de Octa por un aneurisma, pero
eso no explica la sangre en las paredes y en las cortinas.
Si hubiera sido cualquier otra persona, no hubiera pasado nada. Pero
como era un político, tuvo repercusiones en el Congreso: varios
legisladores devolvieron sus tarjetas de crédito al Citibank y ahora las
portadas de los diarios, día tras día, claman por una inmediata
regulación de las agresivas prácticas de cobranzas.
Por supuesto que Citibank sacó un comunicado en donde lamenta la
terrible muerte, explica que sus empleados adhieren a los códigos de
conducta de la profesión y se ofrece a ayudar con la investigación
policial. Nadie esperaba nada menos, de la misma forma que, sabiendo de
lo que son capaces los bancos, cuesta creer que la casa central de
Citibank desconociera hasta dónde llegaban sus empleados de Indonesia
con tal de cobrar.
Fuente: https://pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/5-6948-2011-04-10.html
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